Poetas uruguayos
En esta ocasión, trataremos a algunos de los principales poetas de nuestro país.
Si bien existe un rico repertorio en cuanto a la gran cantidad de poetas, seleccionamos los más destacados, debido a la trascendencia de sus poesías.
Juana de Ibarbourou:
Nació el 8 de marzo de 1892 en la ciudad de Melo, poetisa cuyos poemas tienden a la exaltación sentimental de la entrega amorosa, de la maternidad, de la belleza física y de la naturaleza.
Su nombre era Juana Fernández Morales, pero se hizo conocida como Juana de Ibarbourou, debido a que adquirió el apellido de su marido, el capitán Lucas de Ibarbourou, con quien se casó a sus veinte años.
En 1929 se realizó en el Palacio Legislativo un memorable acto, en el cual se la consagró como Juana de América.
Falleció el 15 de julio de 1979 en Montevideo.
Sus poesías más conocidas:
La higuera
Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.
En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.
En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.
Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se viste...
Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
«Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto».
Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!
Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:
¡Hoy a mí me dijeron hermosa!
La hora
Tómame ahora que aún es temprano
y que llevo dalias nuevas en la mano.
Tómame ahora que aún es sombría
esta taciturna cabellera mía.
Ahora que tengo la carne olorosa
y los ojos limpios y la piel de rosa.
Ahora que calza mi planta ligera
la sandalia viva de la primavera.
Ahora que en mis labios repica la risa
como una campana sacudida aprisa.
Después..., ¡ah, yo sé
que ya nada de eso más tarde tendré!
Que entonces inútil será tu deseo,
como ofrenda puesta sobre un mausoleo.
¡Tómame ahora que aún es temprano
y que tengo rica de nardos la mano!
Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca
y se vuelva mustia la corola fresca.
Hoy, y no mañana. ¡Oh amante! ¿no ves
que la enredadera crecerá ciprés?
Mario Benedetti:
Nació el 14 de septiembre de 1920 en Paso de los Toros, departamento de Tacuarembó.
Fue poeta, escritor y periodista.
Fallece el 17 de mayo de 2009 en Montevideo, a los 88 años de edad.
A causa de esto, nuestro gobierno decreta duelo nacional y dispone que su velatorio se realice en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo. Al día siguiente de su fallecimiento se le rinde homenaje por las calles de Montevideo, donde asistieron miles de personas.
No te salves
Delmira Agustini:
Delmira Agustini Murtdelt nació el 24 de octubre de 1886 en la ciudad de Montevideo.
Reconocida poetisa con una trágica historia que interrumpió su vida a los 27 años.
En el año 1913 contrajo matrimonio, separándose al año siguiente. Luego de haber efectuado el divorcio, su ex marido la asesina y decide acabar con su propia vida.
Fallece así a la edad de 27 años el 6 de julio de 1914 en Montevideo.
Otra estirpe
Pido a tus manos todopoderosas
¡su cuerpo excelso derramado en fuego
sobre mi cuerpo desmayado en rosas!
La eléctrica corola que hoy despliego
brinda el nectario de un jardín de Esposas;
para sus buitres en mi carne entrego
todo un enjambre de palomas rosas.
Da a las dos sierpes de su abrazo, crueles,
mi gran tallo febril... Absintio, mieles,
viérteme de sus venas, de su boca...
¡Así tendida, soy un surco ardiente
donde puede nutrirse la simiente
de otra Estirpe sublimemente loca!
Sobre una tumba cándida
Juan Zorrilla de San Martín:
Nació en el año 1855 en Montevideo.
Poeta muy reconocido, considerándoselo como la mayor figura del Romanticismo.
A pesar de licenciarse en políticas y leyes; y trabajar durante muchos años como juez, su mayor pasión siempre fue la literatura, a la cual se dedicó en cuerpo y alma.
Falleció en el año 1931, en la ciudad de Montevideo.
Odio y amor
El alma anhela amor: ley es del cielo;
y anhela aborrecer: ley de la tierra...
Odio y amor, indefinible anhelo,
que, del hombre infeliz, la historia encierra.
Infeliz yo no soy, mas que un desvelo,
una ilusión mi bienestar destierra.
¿Amaré a mi verdugo? Tengo miedo...
Odiar a mi ilusión... ¡Ah! no, no puedo!
Y ella acibara sin piedad mi vida;
es parte de mi ser que lo destroza;
gime el alma en sus brazos abatida
y sufre en el gozar: sufriendo goza.
No puedo amar esa ilusión mentida,
si la abandono, el corazón solloza;
ilusión: sufriré tu amor funesto;
más sabe que, al amarte, te detesto.
Imposible
Dejadme recordar; y en ese limbo
en que agitan sus alas los amores,
y suspiran insólitos rumores,
que el alma sabe traducir no más,
las palmas donde duermen los recuerdos
abaniquen mi frente soporosa,
que, al beso de su brisa mentirosa
en un seno de amor se dormirá.
¡Qué dulce realidad la del recuerdo,
vaga ilusión que a otra ilusión imita!
No entiendo el corazón cuando palpita,
mecido por su aliento celestial.
¡Y me habla tanto en su lenguaje mudo!
¿Cuándo lo entenderé? ... Cuando la vida,
en mundo de recuerdos convertida,
de mentiras engendre una verdad
Francisco Acuña de Figueroa:
Nació el 3 de septiembre de 1791 en Montevideo.
Poeta muy reconocido por ser el autor de la letra del himno nacional de nuestro país.
Es considerado como el primer poeta nacional.
En homenaje a su persona, en la capital de nuestro país, el liceo N°17 lleva su nombre.
Falleció el 6 de octubre de 1862 en Montevideo.
He aquí nuestra vida
He aquí nuestra vida: ¡de arena un reló!
En polvo sus horas se ven deslizar,
Leves ondas que el río conmueve
Y una a una desata en el mar,
Que entre dos eternidades,
Del pasado al porvenir,
Punto imperceptible
Marca su existir:
Tal del joven
Que brillo
La vida
Voló;
Si,
Cayó,
¡Oh Pena
Como arena,
Cual río pasó
Hijos y consorte
Dejas, caro amigo, si,
En una patria adoptiva
Que ora gime en pos de ti.
Mil honores debidos viviendo
En este recuerdo amor te dejó,
Ora que no vives, te deja un genido;
He aquí nuestra vida: ¡de arena un reló!
Madureces
"Ansioso un higo comía
-cuenta a Gil el viejo Arbelo-
y, ¡tris!, saltó un diente al suelo
de sólo tres que tenía."
"Es bien raro el accidente
estando maduro el higo."
Y aquel contestóle: "Amigo,
más maduro estaba el diente."
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